Odiadores. Posiblemente la palabra puede escucharse mejor en el idioma donde es más frecuente, y no me refiero al inglés, sino en la internet: Haters.
Si tú como yo tienes algún tiempo empleando alguna red social como facebook, twitter, instagram, en particular las que no necesariamente estamos seguros de interactuar con una persona real, donde el anonimato permite la libre expresión de las ideas, pero también puede dar rienda suelta al odio, no necesariamente irracional, a miles de kilómetros de distancia y con diferentes husos horarios.
Siempre han existido personas que opinen diferente. No solo es la base de la democracia, sino la base del avance humano, científico, artístico. En efecto no somos robots similares, que ya no lo son tampoco, sino individuos de la raíz etimológica individual.
Entonces, ¿lo has notado, he?. Publicas algo en tu muro de facebook con la mejor intención o apuntas un comentario en un grupo, y recibes un ataque de odio, desproporcionado. La necesidad de decir la última palabra, de tener razón. ¿Es posible que si esa persona estuviera frente a ti emplea la violencia física?. Sí, es posible. Ya lo hemos experimentado en trágicos incidentes en instituciones educativas de Estados Unidos o salas de cine, sin mencionar de una u otra manera en manifestaciones que inician pacíficas y se tornan violentas.
Sin embargo, el anonimato de las redes sociales es muchas veces como el fenómeno del graffiti barato. Hay un tipo de grafiti, y lo sabemos que es prácticamente el equivalente contemporáneo al arte de los grandes muralistas, no solo de México, sino de otros países. Pero también hay los que simplemente rayan las paredes con un crayón o aerosol, cubriendo incluso algunos graffitis de sus colegas.
Y, no es gratuito. Es simplemente que somos adictos al odio.
Como una droga común nos apasiona el despertar que tiene nuestra sangre al ver o sentir la violencia.
También como diferencia de opiniones el enojo es una reacción básica en el sistema nervioso central, como menciona el académico de la facultad de Psicología de la UNAM, Eduardo Calixto Gómez en el artículo citado de la gaceta de la UNAM.
Siempre ha sido beneficioso. Sin el enojo como sistema de defensa no hubiéramos avanzado como especie.
Para algunas personas les sorprende el pasaje evangélico de Marcos 11, donde mencionan al pacífico y amoroso Jesús de Nazaret amarrando unas cuerdas y sacando a puntapiés a los cambistas del templo, enojo sin duda.
Pero vayamos más despacio, y sin enojarnos. Que está ocurriendo a nivel cerebral.
Que estamos liberando noradrenalina o norepinefrina, una hormona que aumenta la presión arterial y el ritmo cardíaco, al igual que la dopamina. En efecto, sentimos que “nos hierve la sangre”
El sentimiento de euforia que estos neurotransmisores nos producen es similar al enamoramiento, sin embargo este cambio neuroquímico ocurre de inmediato. No es como una taza de té relajada y tranquila sino como una pequeña dosis de café espresso italiano.
La parte lógica y congruente se anula e incrementa la actividad cardiovascular y respiratoria comenta el especialista de la UNAM
Enojarse por media hora puede incluso ser benéfico, nos inspira, impulsa a subir una montaña o enfadarnos con nosotros mismos y terminar esa tesis o limpiar el cuarto. Pero cuando dura más de 4 horas se vuelve patológico y es nocivo para el cerebro.
La hormona relacionada con el estrés aumenta y nuestro viejo colega el cortisol aparecerá y, bueno, ya conocemos sus consecuencias.
Yo tengo la razón
Una frase muy común asociada a la rebeldía, a la intolerancia, lamentablemente asociada con desconocimiento a los adolescentes y jóvenes, o también a los padres, maestros y tutores. La realidad es que el cerebro enojado quiere tener la razón. Y atiza el fuego para pedirle a una persona molesta que se tranquilice. Simplemente, está drogado.
Para el investigador Calixto González, pasar de esa media hora disfrutando el viaje que le proporciona la noradrenalina y la dopamina es “… porque está actuando o tiene un proceso de aprendizaje y le funciona estar enojado para obtener lo que quiere”.
Medidas
Si no puedes controlar el caudal de información de las redes sociales y detectas que la interacción con los haters es ridículamente innecesaria, deja esa o varias redes sociales. No las necesitas ni las necesitas. Al final del ejercicio simplemente están consumiendo tu tiempo y más aún tu salud. La solución está, no en engancharse en una discusión inutil que le da poder al odiador, sino el botón de Bloqueo o de cerrar una cuenta. Para este tema recomiendo mucho ver el documental de NETFLIX « El dilema de las redes sociales» .
Y… no se enojen.
Fuentes:
Sobre la neurociencia: https://www.gaceta.unam.mx/enojarse-resulta-benefico-para-el-cerebro/
Sobre los rayoneadores: https://www.revistadelibros.com/graffiti-arte-o-vandalismo/
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, el pensamiento de la institución o sus asociados
Carlos E González es especialista en imagen y comunicación en el Centro de Investigación en Neurociencias Aplicadas (CINA)
LinkedIn: carlosegonzalezd
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